Joven que reveló secretos del espionaje de EE. UU., ¿héroe o traidor?
Edward Snowden no se caracterizó por buen estudiante y nunca fue a la universidad. Escándalo sigue:
Hasta hace menos de un mes, Edward Snowden vivía, como él mismo ya lo ha dicho, en el paraíso. Con 29 años, había sido transferido a la isla de Oahu, en Hawái, donde trabajaba como analista de sistemas para Booz Allen Hamilton, una de las firmas de contratistas más grandes y poderosas del país que presta sus servicios a agencias de inteligencia de Estados Unidos, entre ellas la Agencia Nacional de Seguridad (NSA). Llevaba tres meses en la isla, en compañía de una bella y joven bailarina, con la que compartía una casa de tres alcobas cerca de la playa y disfrutaba un sueldo de casi 200.000 dólares anuales (unos 380 millones de pesos). Snowden no concluyó su bachillerato ni puso un pie en la universidad. Pero el paraíso se le volvió un infierno. Esta semana, el diario londinense The Guardian reveló que Snowden fue quien filtró información que permitió exponer una serie de programas de la NSA para monitorean las llamadas telefónicas y el tráfico en la web de millones de personas en el mundo. Llamado “traidor” por algunos sectores de EE. UU., permanece escondido en algún lugar de Hong Kong mientras que ayer Robert Mueller, director del FBI, confirmó que se inició una investigación penal en su contra. A diferencia de otros soplones que han preservado su anonimato, él mismo reveló su identidad. “No soy un héroe... Estoy dispuesto a sacrificarlo todo, porque mi conciencia no me deja permitir que el gobierno de EE. UU. destruya la privacidad, las libertades de Internet y otras libertades básicas a través del masivo sistema de vigilancia que están construyendo en secreto”, dijo a 'The Guardian'. Snowden dijo estar muy desilusionado con el rumbo de su país y con el presidente Barack Obama, pues pensó que a su llegada a la Casa Blanca, en 2008, les pondría freno a los excesos e invasiones a la privacidad que caracterizaron la administración Bush. Pero sus experiencias de trabajo con el gobierno lo convencieron de hacer algo. Snowden nació en Elizabeth City (Carolina del Norte), pero se crio en Maryland, muy cerca del cuartel general de NSA en el Fuerte Meade. Su madre aún vive cerca de Baltimore, donde trabaja como asistente en la Corte Distrital de la Ciudad. Un vecino lo recuerda como un joven callado, que no miraba a los ojos y que siempre estaba sentado frente a su computador. Descrito por varios de sus amigos como muy inteligente, Snowden tuvo dificultades en el colegio, que abandonó cuando estaba en noveno de bachillerato. Poco se sabe de los años siguientes, salvo que luego intentó validar su bachillerato tomando cursos de computación en un colegio comunitario, que tampoco concluyó. En el 2003 se enlistó en el Ejército y comenzó a entrenar para ingresar a las Fuerzas Especiales. Sus intenciones duraron poco, pues se rompió ambas piernas en un accidente, lo que le valió la baja. A partir de allí, su ascenso en las filas de la comunidad de inteligencia fue meteórico. Ingresó a la NSA como guardia de seguridad en una de las oficinas encubiertas que tiene esta dependencia en la Universidad de Maryland. De allí pasó a la CIA, donde sus conocimientos sobre Internet y programación de computadores le ayudaron a escalar rápido. Luego de tres años en Langley (Virginia), fue enviado como agente encubierto a la embajada de EE. UU. en Ginebra (Suiza), como encargado de la seguridad en las redes informáticas. Allí –sostuvo en la entrevista con The Guardian–, por primera vez pensó en exponer los métodos de su gobierno. Su cargo le ofrecía gran acceso a las maniobras de la CIA en Europa y podía evidenciarlas de primera mano. Según Snowden, en una ocasión, agentes de la CIA que buscaban enlistar a un banquero suizo para que les proporcionara información decidieron emborracharlo y luego lo conminaron a que manejara su carro. Unas cuadras más adelante fue detenido, pero un agente encubierto de la CIA intervino a su favor y logró su liberación. El banquero, al sentirse en deuda, terminó más adelante trabajando como espía. En el 2009 abandonó la CIA y pasó a una oficina de la NSA en Japón. En los tres años siguientes, trabajando en la agencia, conoció de primera mano los programas de espionaje. Supo desde el comienzo que se trataba de programas que venían de la era Bush, pero se dio un compás de espera, calculando que Obama sería un presidente diferente. Pero Obama, en lugar de cancelar las interceptaciones, las prorrogó, aunque con algunas cláusulas nuevas que limitaban su alcance y generaban algo de transparencia. A comienzos de este año, Snowden lo decidió. A mediados de mayo se apareció en el aeropuerto de Hong Kong con cuatro computadores portátiles llenos de secretos de la inteligencia estadounidense. Qué lugar le reservará la historia aún está por verse. Para muchos debe aplicársele el máximo rigor de la ley. Un exagente de la NSA que trabajó con Snowden en Hawái, le dijo a EL TIEMPO que la comunidad de inteligencia está enfurecida por la filtración, ya que los programas eran legales –al menos en EE. UU.– y debidamente sancionados por el Congreso y por las cortes. Sostiene que, además, luego de los atentados terroristas en Boston de hace dos meses el público parece más dispuesto a sacrificar un poco de privacidad en aras de seguridad. Otros, que respaldan su delación, argumentan que Snowden abrió un necesario debate sobre el balance entre seguridad y privacidad en el siglo XXl. De hecho, la opinión pública estadounidense parece dividida. Según un sondeo reciente de Gallup, el 44% piensa que hizo lo correcto, mientras que 42% opina lo contrario. Este miércoles soltó una nueva bomba al decir que la NSA espiaba a China, con lo cual probablemente evitará que Beijing lo extradite. Así mismo, la Unión Europea ya elevó una queja formal tras conocerse que los principales blancos del espionaje son residentes en el exterior y no estadounidenses. Como sucedió con WikiLeaks, Snowden puso a rodar una bola de nieve que tardará un rato en derretirse: